Cambiar el modelo energético es una tarea hercúlea. Una idea que comparten sobre todo las empresas, consumidoras de cantidades ingentes de electricidad. Como por ejemplo el productor de cobre Aurubis, de Hamburgo, o la química Worlée. Ambos necesitan que la tensión sea constante: la más mínima interferencia en la red eléctrica podría poner en jaque la producción de cobre y de productos químicos.