Corrían los años ochenta cuando, en la cumbre de su carrera musical, el venezolano José Antonio Abreu decidió compartir su conocimiento con los más necesitados de su país para cambiar el futuro marginal de miles de jóvenes. La Orquesta Sinfónica Simón Bolívar se convirtió en una realidad alimentada día a día por esos niños devenidos adultos. Y Gustavo Dudamel, su principal emergente, en un ícono mundial de la música sinfónica.