En 1930 se abrió un ciclo trascendental en la historia de las Fuerzas Armadas y en la política argentina: el Ejército abandonó su espacio de subordinación al poder civil a través del golpe de Estado de José F. Uriburu. En 1943, un nuevo golpe de Estado puso a las Fuerzas Armadas como actor estratégico. Su poder de incidencia en la política era ya insoslayable.