A principios del siglo XX, para disfrutar de un espectáculo o escuchar música, había que asistir a la función. Pero los grandes avances científicos y tecnológicos cambiaron esa realidad de una vez y para siempre. La inmediatez de las noticias, la diversión, el amor, la alegría, las risas, la política, los deportes se empezaron a medir en hercios: un invento que colocó a la Argentina en el mundo de los pioneros del progreso técnico gracias a “Los locos de la azotea”.