Conocer artistas era algo ya común para los Pons; el contacto con uno los llevaba inevitablemente a conocer muchos otros. Así se encontraron, también, en esa casa de un barrio parisino, Horacio Ferrer y Atahualpa Yupanqui, Cátulo Castillo y Ariel Ramírez. Cada uno, además, dejaba su dedicatoria en un gran libro de recuerdos.