Marlon Brando se enamoró del atolón Tetiaroa, en la Polinesia, cuando fue a rodar 'Rebelión a bordo'. En 1966 lo compró y lo convirtió en su pequeño paraíso. Dedicado a la causa medioambiental luchó por preservarlo, con ideas a veces bastante visionarias. Construyó un hotel, emprendió excavaciones arqueológicas y lo convirtió en centro de investigaciones científicas.  Su proyecto se enfrentaba a la amenaza constante de la quiebra. Los ingresos no cubrían los gastos del trabajo científico en la isla. Quizá Brando se adelantó demasiado a su tiempo.La construcción de un nuevo complejo empezó tras el fallecimiento de Marlon Brando. El resultado fue 'The Brando', un resort de lujo que garantizaba exclusividad y privacidad. Los ingresos del hotel permiten a los científicos continuar con sus investigaciones y vivir en la isla