En el Ministerio, Salvador ha vuelto a tomar el mando. Nada más llegar, el Ministerio se ve sometido a una auditoría y todos los agentes -incluida la Patrulla- deberán realizar tareas administrativas y de supervisión de las puertas del tiempo. Mientras, Julián sigue en Cuba, en plena guerra, siendo testigo del dolor de los soldados españoles. Tras jurar a un moribundo que va a llevar su última carta a su amante tagala, viaja hasta Filipinas, yendo a parar a Baler. Julián no sabe que ha entrado a formar parte de los llamados “últimos de Filipinas”.