La atención de Carlos y de sus consejeros se centra en su próxima coronación como emperador del Sacro Imperio. Sin embargo, en Castilla ha prendido la mecha de la revuelta contra él y clama por extenderla a todos sus dominios españoles. Con ese fin, los comuneros se plantean devolver el poder a Juana, la madre del rey, a quienes consideran como reina legítima de Castilla. A pesar de todo, y ante la amenaza de una coalición de Francia e Inglaterra –bendecida por Roma– para cercenar su creciente poder, Carlos decide partir. Tendrá que valerse de su instinto para atajar la confluencia entre Francisco I y Enrique VIII. Al otro lado del océano, los esfuerzos de Hernán Cortés por atraerse a Moctezuma fracasan por dos motivos: el ansia de oro de los españoles y la oposición de los vasallos del mexicano. El intento de Cortés termina en carnicería.