El Papa corona por fin a Carlos. Con ello, Gattinara ve cumplido su sueño. Pero la trascendencia del hecho conlleva más obligaciones para el emperador: Su Santidad lo insta a resolver de una vez por todas el problema protestante. Fernando previene a su hermano sobre las consecuencias de ir de la mano de Roma contra los alemanes: la animadversión contra Carlos puede ser funesta para los intereses de la familia, cuya unidad parecerá a punto de quebrarse. Por su parte, Isabel se ve en la peliaguda disyuntiva de socorrer a su esposo o favorecer los intereses de España, cuya regencia ostenta. En Nueva España, los esfuerzos de De Las Casas por mejorar las condiciones de vida de los indios se topan con la férrea oposición de los encomenderos. La violencia de estos y la intransigencia del dominico avivarán el conflicto.