Mientras el padre don José Enrique media para que Pura e Isidro se reencuentren, Antonio, Mario y Fabián remueven Roma con Santiago para encontrar la penicilina que salvaría a Liberto. Pero las opciones se agotan y la medicina no aparece. Ni Paloma puede ayudar a Antonio, ni Beatriz a Mario, ni Venancio Rueda a Fabián. Liberto se encuentra cada vez más grave, y la visita del cura a casa de los Ayala presagia ya lo peor... Hasta que, in extremis, llega un paquete a nombre de Antonio. En su interior, un inesperado regalo: penicilina.