Esta es una de esas entradas más personales y privadas, que escribes cuando tu estado de ánimo es diferente.

Hoy el trabajo me ha llevado a dormir en un hotel de Madrid lejos de casa, con mi mujer y mis hijos en otra ciudad. Me ha tocado hacer esto tantas veces que he dejado de contarlas, es algo que simplemente acaba por formarte el caracter y al final te proporciona una perspectiva diferente de las cosas.

El caso es que he bajado a cenar solo,  he vagabundeado por las calles próximas a Cuatro Caminos buscando un sitio para comer algo y tras mirar unos cuantos restaurantes de los que es imposible salir sin gastarte menos de 50€, he decidido parar en una cafetería a tomarme una caña y dejar pasar el tiempo.

El local, sencillo y con rumbas como música ambiente. El camarero, una persona correcta y educada. Me ha visto meditabundo y no me ha dado conversación, lo que en sí mismo ya es una virtud. Y aunque llevaba el móvil y podía navegar por Internet, poniéndome al día con las novedades en la blogosfera, he preferido ojear el Marca y finalmente me he quedado a cenar un simple plato combinado.

Los que me conocen saben que no me gusta el fútbol, y el Marca no es una de mis lecturas favoritas. Tampoco me gustan las rumbas, soy más bien de música tranquila y relajada. Y me gusta cenar bien, como supongo que le pasa a todo el mundo.

Pero reconozco que esta noche, solo en Madrid, he tenido una cena agradable. He estado leyendo un artículo sobre Mourinho, comiendo con tranquilidad y disfrutando de la música.

Y cuando volvía al hotel pensaba que, a pesar de lo mucho que criticamos este país por sus múltiples defectos, no podemos evitar que su cultura corra por nuestras venas.

Hasta el punto de que estas pequeños detalles castizos nos hacen sentir, aunque sólo sea un poquito, como si estuviéramos en casa.

Qué país…